¿Para Hoy?
00:01. Una chiquitita bastante simpaticona pasa y no me mira. No hizo como que no me veía, sino que simplemente no se percató de mi presencia. Pasó mientras yo insistía en mordisquearme el labio y taladrar el piso con la planta del pie. Era guapa, como las últimas dos flacuchas que seguí con la mirada hace un rato. Las que tampoco miraron.
Apreté por decimoquinta vez mi tabique y esbocé una mueca. No tenía sueño. Algo de hambre quizá, pero no más que otras veces. Bajé la ventana y absorbí la brisa de Cavancha. Repasé un par de goles que hice jugando en esas tardes de piqueros y traté de enumerar los vasos que había secado anoche, clasificando en dos tipos las últimas metidas de patas: tontera y sordera.
00:03. Estaba en eso cuando me acordé del atao que tuve con mi vieja. Esa vez que le reclamé porque la ‘desubica’ no me había revuelto el té. Pura malacrianza.
Cerré los ojos, sentí presión en los cachetes y solté una risilla que en mi caja toráxica se sintió más como un sollozo. Esa vez la mini reyerta comenzó con cucharas salpicando azúcar y terminó, con su máxima: “Siempre estay buscando lo que no se te perdió”, su frase predilecta en toda discusión. O bien, lo último que se le escuchaba nítido, porque llegaba a su pieza y seguía refunfuñando.
00:10. Mi improvisado compañero debía ir con rumbo a la playa, a surfear; sino no se explicaba el rayfilter de madrugada. Pensé en hablarle de Máncora, de las habitaciones con nombre de peces o pescaos, de los chifles, las papas rellenas, las cremoladas y los mangos duraznos, pero opté por apretarme y empujar hacia delante la parte baja de la espalda. Hice eso y estiré la trompa.
00:17. No estoy enamorado. La Pancha me gusta su resto, pero si me gustara tanto no sería tan, no sé ¿Mirón? Califa. ¡Sapo! ¡Qué se yo!. Igual me jode confesarlo, pero es re difícil seguirla. Es que uno cree que va a saltitos con ella por el senderillo de la vida cuando paff... se arranca.
Igual es rico buscarla, sentir que mis patas de pato trastabillan y se enredan por querer agarrarla para robarle unos minutos, oler su indiferencia y sintonizar la mirada aunque sea un ratito. Cinco, seis, siete pestañeos y paff...
00:21. “Mujer, no me dejes así... no me dejes tan solo, no quiero sufrir”. Hurgueteo la mochila y cacho que con las pilas que me quedan no llego ni a la esquina. Sigo tarareando a Los Cadillacs y enciendo el debate. Vicentico sostiene que todo el peso caerá sobre ella, que para él es vos, y no sé, me dio por saber cuál es la diferencia entre acarrear un ave mayo en la mochila o llevármelo puesto. ¿Cuánto peso aguantamos? ¿Cuánto es nuestro? ¿Cuánto nos recarga la culpa?
“Y tú mirada, la llevo encima, la llevo atada a mi corazón, y para siempre, se va conmigo, está clavada como un aguijón...”
00:27. ¿Va al terminal de buses? Pregunta una señora con evidente sobrepeso. Claro, suba, responde el colectivero, que desde hace rato no deja de despotricar contra los Patos Yecos, unas aves que más que piar graznan como chanchos, y que tal como dijo el cincuentón, “cagan como malos de la cabeza”.
El del rayfilter, que ya era un hecho que viajaba a surfear, se corrió a regañadientes y la señora se embutió como pudo. Yo, mis pocas pilas y el ave mayo, una mitad dentro y otra en la mano, íbamos enfrascados en 40 centímetros de emoción rutera.
00:30. A la Pancha me la imagino en Florencia, sacando esas fotos de secuencia al Duomo, desde los techos o las calles arcillosas, donde las cámaras compiten con las vespas y los vitrales para reflectar rayos de luz, como si la ciudad no tuviera su propia luminosidad. Obvio que las pegaría todas juntas y haría esas esferas que le encantan, esas que gracias a un piquete de alfiler le permiten repasar sus estadías. Me la imagino ahí o en Montecarlo, con su parca y su maldita libreta estadística, rayando con la pista, las curvas y la combustión ensordecedora de la Fórmula Uno. “Punta y taco guatón. Punta y taco. ¿Viste? ¿Viste? Sin frenar...
00:32. Nos bajamos todos, pero el del rayfilter fue el único que no le dio las gracias al cincuentón. Sus motivos tendrá me dije, el idioma, que se yo, no dejando del todo esa imagen de la Pancha por Mónaco, por el Mediterráneo, esa costa pedregosa que puta que debe envidiar nuestras arenas, pero que cuando las fotografían, agarra unos colores como para no aburrirse esperando la siguiente tonalidad.
En Septiembre, si seguimos juntos, puede ser.
00:33. Saco el cartel de cerrado y como las últimas noches de verano retomo mi labor. Boto el aire y esbozo la primera mueca receptiva...
-“Dos pasajes a Antofagasta por favor”
- ¿Para hoy?
1 Comments:
Que bueno que hayas regresado en gloria y majestad..
Tus palabras genial.. sentí que iba en ese colectivo y me transporté una vez mas a mi añorado iquique..
Sigues igual..
Nunca cambies !!
Besotes
By Mis Nuevos Aires, at 7:04 p. m.
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