¿Tiempos perdidos?
Le trató de explicar la importancia del respeto, que no pega
ni junta con el miedo, y le habló por algunos minutos sobre lo simpático que
puede llegar a ser la admiración. Otro de los buenos pasos hacia el amor.
Eso sí, no quiso marearlo con frases tan hechas sobre poner
mejillas y usar los mismos zapatos –la analogía del burro podía ser fatal- y
pese a los esfuerzos por remarcar que esas actitudes no le hacían bien a nadie,
el aludido respondió.
¡Aaaahhhh! Pá qué pó. Paqueeéééeeepó.
No mostró sus dientes, pero se marchó.
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