Gonzalo Artal Hahn

6.8.06

A no quedarse quieto


Un, dos, tres momia. Nos quedamos quietos. Pegados; permitiendo, dejando pasar. Dele. Juegue. Si no me afecta, no hay drama, una postura que lamentablemente, en un país de “winners”, aseguraos e ingeniosos flojonazos, no es naíta de bueno. Es que muchas veces con nuestra apatía y sumisión no nos damos cuenta que la estamos cagando...

Si no nos curamos de espanto ante abusos y negligencias, si nos pasmamos y toleramos las tácticas del miedo con la que se sostiene el medio, si seguimos refunfuñando y masticando con pena la rabia, si continuamos acumulando chacales como los de Don Francisco para seguir hirviendo en la mierda; dejamos las puertas abiertas -algunas giratorias- y muchos bolsillos daos vueltas. La plata nos caga, que más da, pero la honra no puede seguir haciéndose bolsa. Los días se nos pasan tratando de juntar como sea el recurso para aunque por poco rato, darle un descanso a lo que llevamos dentro, y claro, debemos acatarlo. ¿Así es la hueíata no?

Basta de la goma por las chuletas, de miembros viriles en el sistema óptico; del pico en el ojo, claro, y busquémosles explicaciones al pobre Eleuterio Ramírez, quien a pesar de enarbolar el pabellón patrio, de lucir su ostentoso sable al cinto y mantener por años una pose desafiante, igual no más se quedó sin esa herramientita que a muchos le da coraje y a otros, abultadas cuentas bancarias.

¿Qué le decimos al irritable Colón? Que se cabecea por encontrar respuestas, por saber dónde diantre están los árboles que le daban descanso en el Parque Balmaceda, y por saber, la verdadera razón, por la cual a los Patos Yecos les ha dado por desprestigiarlo tan seguido. ¿Cómo le explicamos al Pampino que sus gritos en el silencio son recogidos para cosechar aplausos ensordecedores? Decirle que su mazo, ahora, después de odas, lucas y alabanzas, ya no le serviría, que las camionadas de ripio son más rentables que su sudor...



¿Y qué hay de Prat? Lejos de importar si era dipsómano –si se caía al litro- o si tenía otra manera de ser feliz –si abrazaba para atrás- la cosa es cómo le explicamos que su arenga sigue viva, pero en la internet, un conjunto de ordenadores, o servidores, conectados en una a menudo virulenta red de redes mundial, que se pega las cambiaítas de un mismo protocolo de comunicación, y que prestan servicio a los ordenadores que se conectan a esa red, ufff, las que al igual que estas líneas pueden llegar a ser un espejo para que nos miremos y saquemos conclusiones: ¿Nuestra manera de desenvolvernos nos mantiene a gusto? ¿Se puede en un sistema soportablemente podrido?
Juzgue usted, pero muévase.


 
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