Gonzalo Artal Hahn

26.8.06

Jubilaron


¿Jubilaron? ¡Que si! Gritaron vueltos monos los dedos de las patas, que nunca estuvieron más enchulados que por estos días. ¡Qué Siii! Chillaban embelesados, con un desorden poco habitual para su rígida formación; quejas que agarraron los de más arriba para sumarse a la sublevación.
¡Igual la culpa no es de ellos, pero nosotros no veíamos nada! Reclamó la pierna izquierda, quien apuntó que esa situación se arrastraba hasta los fines de semana, los que se atrevió a juramentar, se habían convertido en asfixiantes pesadillas. Toda una semana entre las sombras y el domingo tapados con frazadas, ni una gracia refunfuñó sin dar más detalles. Mal que mal, eran días sin exigencia les alertó con cierta suspicacia uno de los hombros...
Preferíamos el polvo, la arcilla, hasta las magulladuras producto de una cachaña de más a esa suave pero castrante tela, dijo la porfiada y maltrecha derecha, que hace rato no se sincroniza con la rodilla y el muslo, también derechos, una guerra que se agudizó aún más debido a la exclusividad que se le dio al oído y a los otros dedos, los de las manos, quienes igual sacaron cuentas alegres. Al menos en un principio.
Si jubilan, se acaba el frío por la mañana, los tecleos con presión y el contacto con esa maldita pasta que lo ennegrecía todo explicó divertido el más guatón de todos, que de inmediato encontró la complicidad de su símil. El ojo derecho se sumó a la pequeña celebración entrecerrándose, pero las risillas se acabaron cuando el índice habló con la seriedad que lo caracteriza. Si jubilan, seguramente, perdemos estabilidad, perdemos la seguridad que nos daba ese documento que me encargaba de sostener, el mismo que los mantuvo tranquilos por este extraño transitar, alertó desafiante.
El dedo chico se acercó a la fosa nasal más próxima como para ganar tiempo en procesar, pero las rechiflas de la mayoría sacaron más risotadas que sudoración.
Las hueas que pensai le dijo el anular izquierdo, quien se fundió en un movimiento rápido y certero con el dedo gordo, con quien sacó un chasquido que tuvo su estruendoso clímax en la parte más gorda de la palma. Chao hueón. No vamos a parar de teclear por juicios estrafalarios, por temores infundados de otros.... capoteraaaaa...
El escaso cuello quiso explicar algo pero la mayoría le puso más atención al corazón, que finalmente aprobó la jubilación. Los estimo harto, pero merecen descansar, habría dicho. La mente festejó en secreto pero un parpadeo los delató.
Los pelos de la cabeza se unieron de una al baile, argumentando que desde hace rato necesitan alboroto. Los de la barba y los del pecho siguieron la cuerda y los de más abajo se dieron maña para confesar que les encantaba más andar salados que empolvados. Gueas de ustedes dijo uno de los codos pelados, que harto han sufrido con las rocas y el mar.
Después se relajaron su resto, al igual que los índices, que terminaron entrelazados en un golpeteo que selló la liberación de los 16 horas...
Playa, playa, playa se escuchó por harto rato.
¿Los más felices?
Naaa, la fiesta era de todos...


 
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