!El pisco es del que se lo toma!
“Lo que pasa es que el pisco tú lo llevas para un cumpleaños pe; no es para todos los días ¿Manyas? Por eso en Perú se toma tanta cuba libre, porque el ron es barato pe, en cambio el pisco es refinado, caro y para ocasiones especiales”, fue la respuesta de Laurita, mi chibolita a la que le consulté, un tanto desafiante, porqué en su tierra defendían tanto al pisco si pescaban mucho más al ron. Claro, ella no tenía dudas de que el brebaje parrense era de ellos, los de la tierra del Rimac, dueños de la cebolla morá, los ceviches con conchas negras, los manís serranos, las cremoladas y los carros sangucheros; del Colca, la Cruz del cóndor, el Misti, Chachani y Picchu Picchu; de Camaná, Mollendo y Miraflores.
“Por algo hay una ciudad que se llama así, un puerto por donde se exportaba aguardiente de uva a España desde los tiempos de la Colonia, por lo que no es rebautizada como la de ustedes. Esa que está en la Cuarta Región”, decía con precisión teutona esta esmirriada criatura nacida entre las piedras de trece ángulos, de los cuatro suyos, el Puma, la Serpiente y el Cóndor; los salones imperiales de Ormeños y Cruz del Sur, al ladito del otro Kamikaze, del Mama Africa, Ukukus y el Up Town; de Sacsayhuamán, los Apus, el Cienciano, Urubamba, Vilcabamba, el Macchu, el Wayna, Pisac y Ollantaytambo....
Yo le decía que filo, que fuera de los dos o de nadie. Que qué importaba si el Singani era checo o eslovaco o que el Pintatani lo embarrilaran en Colchagua en vez de Codpa, si al final, lo podías disfrutar igual. ¿O no? Pero dale. Ella movía su cabeza de un lado para otro. Sin hablar, mordiéndose el labio y mirando con cara de qué parte no entiendes pe’s. Es así y punto, no seas meloso, repetía con la misma bronca con la que Pantaleón Pantoja miraba al Chinche, con la misma fatiga de los cabros de Bayly o el mismo cansancio de algunos estresados por esa constante búsqueda que plantea Bryce Echenique...
A mi me gustaba. Ella, su defensa y el pisco. De hecho, tenía senos de uvita. Chiquititos, brillantes y algo ácidos. Y claro, con pepas. Y aunque no voy a hablar de secretos de alcoba ni nada parecido, puedo decir que las relaciones bilaterales distaban mucho de las disputas costeras y acuosas con la que se han movido nuestros países.
“Mira. La práctica aconseja beberse la piscola con harto hielo, de pocos besitos, pero lo mejor es tener la dicha de rellenarlo, sin culpas, una y otra vez con ese brebaje alegre y corajudo de nuestras uvas. O las de Perú. Da lo mismo”, le decía parafraseando algo que leí en google mientras me servía otro cortito y le estiraba la trompita, la que mi vieja mandó a hacer en Santiago, pero parió, con fórceps y todo, en Antofagasta, pero que trajo casi al toque a Iquique, que fue tierra del Huáscar, Grau, Gracilazo de la Vega, Tupac Amaru, Sendero Luminoso; la cuna de Augusto Ferrando, Magali, la Urraca de la TV, la señorita Laura, el hueón patuo de Fujimori, el vacuna de Vladimiro Montecinos y el aún más fresco de raja de Alan García...
“No, el pisco es sin bebida”, contestaba ya con las cejas enyeguesidas, un espolonazo que daba pie para hablar de la “denominación de origen” y otras hierbas, que a esa altura, amparado en el amor universal que nos profesábamos, podía ser casera local, prensá paraguaya, la orange hidropónica de Amsterdam o el skank limeño, esa ciudad de cerros borrascosos y demasiados contrastes que alberga la calle de las pizzas, Miraflores, Barranco, Larcomar, el Bizarro, el Muelle Uno, el Boulevard Los Olivos, al Penal de Lurigancho y el Tequila, la alternativa a los que les gustaba ir a escuchar a Pedro Suárez Verti y su me estoy enamorando, un hit bien paja que sonaba en todas las fiestas de 15...
“El pisco, así como la piscola, son de quien se la toma y punto”, le decía y me servía, parapetado en que mi argumento, que se cimentaba en que realmente daba la misma guea. “La piscola si, es chilena. El pisco es peruano”, sentenció. Segundo espolonazo. Al abordaje.
“¿Te hay metido alguna vez a una piscina de madrugada con un copete en la mano? ¿Cantando hueas? Los piratas. El himno del colegio Qué se yo. ¿Te importa de dónde viene el líquido? ¿porque sabis pa dónde va?”, le dije ya envalentonao, antes que me saliera con que las papas a la huaycaina, y no las de huancaína, son de ellos y no de la Huayca. Estaba enojao. Estaba nublao.
Después, al otro día, cuando quizás cuantos chinos se chantaban sakes y su vieja me despertó para atacar el mondonguito, apareció la caña, que si fue sólo mía, pero que capié con ella, que es de la tierra del Rimac, la cebolla morá, los ceviches con conchas negras, los manís serranos, las cremoladas... Ese día brindamos abrazaditos. Le gusta posco.